Hace ya algún tiempo, se ha venido desarrollando un nuevo modelo en la crianza, una pedagogía amigable con la infancia, cuyos principios se basan en la disciplina positiva, un estilo de enseñanza que deja a un lado el modelo autoritario para darle paso a una experiencia más enriquecedora y consciente, donde se construyen lazos afectivos desde la confianza, la empatía y el respeto.
Cuando se habla de disciplina positiva se puede relacionar erróneamente con una educación sin límites, sin embargo, la firmeza no tiene por qué estar reñida con el respeto mutuo. El cambio de paradigma consiste en sustituir la expresión “porque lo digo yo”, por una metodología que atienda las necesidades y emociones de los niños en cada una de sus etapas.
La infancia es la etapa del desarrollo más importante del ser humano, allí se generan las condiciones para que tengan un crecimiento emocional saludable y fortalecido. El éxito en el desarrollo de los niños proviene de los vínculos seguros que ellos generan con los adultos, sus cuidadores y su entorno.
Entonces la clave es educar a los niños desde la dignidad y el respeto, pero ¿cómo podemos lograrlo sin desfallecer en el intento?
En este espacio daremos respuesta a varias de las principales dudas que surgen al momento de educar desde esta pedagogía. Es importante aclarar que antes de ser padres, madres o cuidadores ya estábamos ensayando y lo hacíamos desde la infancia al imaginar nuestro futuro de adultos.
Lo aprendimos, como hijos e hijas, cuando recibimos el cuidado de nuestros padres, cuando íbamos descubriendo nuestra relación con ellos y el papel que jugaban cada uno, experimentamos, lo qué nos hacía bien y lo qué nos hacía sufrir.
Al visitar a otras familias y compartir actividades con ellas, podíamos ver cómo actuaban los padres, madres o cuidadores con los suyos. Esa interacción nos hacía ver su estilo de crianza en el cual muchas veces notamos un estilo amable y amoroso, pero también sentimos el dolor, la distancia o la frialdad en el trato, entonces reconocimos que existen familias amorosas y unidas, pero también familias violentas y rígidas.
Esto nos lleva a reconocer que los niños son grandes observadores, que, a través del ejemplo, el diálogo y el acompañamiento es como mejor aprenden. Si un niño en su día a día siente respeto, comprensión y validación de sus sentimientos, será mucho más sencillo que él mismo respete y comprenda a los demás. Un infante que vive la crianza respetuosa y amorosa crecerá interiorizando que todos somos importantes y valiosos.
La disciplina positiva es eso, un modelo que permite comprender el comportamiento del niño, acompañarlo y conocerlo es un cambio de mirada más inclusiva que busca una forma positiva de comunicación desde el afecto, la cercanía, la empatía con amabilidad y firmeza. En definitiva, esto ayuda a generar un puente amoroso entre padres o cuidadores y sus niños, acompañándolos en una educación para la vida desde la conexión.
Además, busca el equilibrio entre la amabilidad y la firmeza; es decir, entre el orden y la libertad, se busca que nosotros nos ganemos a los niños en lugar de ganarle a los niños. Lo que hacemos es entender cómo funcionan, ponernos en sus zapatos y ver que quizá ellos están tomando la mejor decisión, que ahora mismo pueden interiorizar con las pocas experiencias de vida que tienen en comparación con los adultos.
Al iniciar en el aprendizaje mutuo las familias suelen presentar resistencias, ya que se encuentran inmersas en estilos y formas de crianza que a su manera han funcionado para mantener la autoridad en la familia, sin embargo, cuando se aventuran en esta nueva historia esperando resultados inmediatos, para estas familias la crianza amorosa puede llegar a ser chocante al principio, porque su efectividad es a largo plazo.
Entre los mayores beneficios que se pueden evidenciar, es observar cómo cambia la relación con los niños comprendiendo cómo funciona el cerebro de los más pequeños, porque abre una nueva visión que les permite ser conscientes de muchas creencias erróneas en cuanto a los comportamientos de los pequeños.
La disciplina positiva es una forma de vivir las relaciones, es comprender lo que sentimos y lo que sienten los demás, es intentar que todas las relaciones del núcleo familiar o de pareja se vean satisfechas, es una forma de relacionarse con el mundo.
El comportamiento de los niños nos puede dar luces de lo que sucede en su interior, esto, nos pueden decir muchas cosas, que la mejor manera de conocer a los niños es acompañarlos y estar a su lado para forjar una relación de confianza, donde no les de miedo equivocarse, porque temen a nuestra reacción, es decir, debemos aprender a transmitir a los pequeños que nuestro amor no tiene condiciones. Al ponernos a su altura y entender que la visión de los niños no es la misma que los adultos, podremos establecer un ambiente de confianza, para que, puedan expresar con palabras lo que sienten sin temor a las represalias, esta es una invitación a escuchar más y hablar menos.
Muchas veces nos dejamos llevar por pensamientos y creencias construidas alrededor de la crianza, más que preguntar, entonces, sería interesante que escucháramos en silencio, que estuviéramos atentos a ellos y, que simplemente supieran, con tranquilidad y con calma, que estamos ahí a su lado.
En la crianza respetuosa hay que olvidarse de los castigos, y en especial los gritos y los golpes, ya que esta es una herramienta cortoplacista que no ofrece ningún tipo de aprendizaje positivo y que despiertan en los niños un sentimiento de venganza, porque se sienten heridos, avergonzados e incomprendidos.
Por otra parte, los gritos los hacen sentir amenazados y maltratados. Generando una respuesta que pone en funcionamiento nuestro cerebro más primitivo (el reptiliano) esto es involuntario y no podemos controlarlo, cuando se activa tenemos tres modos de reaccionar: Paralizarnos, huir o atacar. Un niño que crece en un ambiente de gritos desarrollará una baja autoestima y evitará tomar decisiones por miedo a las consecuencias.
Tenemos en nuestras manos eliminar el grito que está tan normalizado y el golpe que es una forma de maltrato. En Colombia con el proyecto de ley que prohíbe el uso del castigo físico a menores de edad, se busca transformar prácticas violentas en estilos de crianza saludables y positivos. Vale la pena recordar que en Colombia el 40 % de los niños menores de 5 años (1,7 millones) han sido víctimas de castigo físico, iniciando a los 5 meses. Cuando le pegamos a un niño lo único que estamos manifestando es que carecemos de herramientas respetuosas para guiarlo y educarlo. Lo que debemos recordar es que no se trataba solo de educar fuerte, sino de educar bonito, alegre, positivo, firme y con mucho amor.
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